Amo del Mundo, El
Autor: Hugh Benson, Robert
Páginas 426 páginas
Formato: ½ carta (14X21.5 cm)
Portada: Pasta Blanda
En un mundo que ha abrazado el racionalismo y el secularismo como su nueva religión, El Amo del Mundo, de Robert Hugh Benson, nos transporta a una sociedad donde la tradición y la fe han sido erradicadas en nombre del progreso. La humanidad celebra su aparente unidad bajo el liderazgo de Juliano Felsenburgh, un hombre de carisma magnético, cuyos discursos apasionados han convencido a las naciones de que el verdadero enemigo es cualquier resistencia a su visión de paz universal. Pero bajo esta fachada de armonía, se oculta una oscura realidad: el control absoluto de la vida pública y privada, la censura implacable y la persecución feroz de aquellos que aún conservan su fe.
Entre quienes resisten está Percy Franklin, un Sacerdote católico que observa con creciente inquietud cómo el mundo se entrega a Felsenburgh con una devoción casi religiosa, reemplazando la espiritualidad tradicional con un fervor fanático hacia su nuevo líder. A medida que las leyes contra los cristianos se vuelven más severas, los templos son clausurados y los creyentes obligados a elegir entre la sumisión o el sacrificio, Franklin se enfrenta a una lucha interna: ¿Debe resignarse a la extinción de su fe o arriesgarlo todo en una última batalla espiritual?
La novela avanza con un ritmo trepidante, mostrando la transformación de la sociedad y el choque entre el poder del Estado y la resiliencia del espíritu humano. A través de una atmósfera apocalíptica, Benson construye una historia que no solo es un thriller político y religioso, sino también una reflexión profunda sobre la naturaleza del bien y el mal, la fragilidad de las convicciones humanas y el destino de una civilización que ha decidido reemplazar a Dios con su propio ídolo.
Lo que hace a El Amo del Mundo aún más inquietante es su aspecto profético. Escrita en 1907, la novela anticipa con sorprendente precisión tendencias que hoy parecen más relevantes que nunca: el avance del secularismo, la centralización del poder político, la manipulación de las masas a través del discurso persuasivo y la intolerancia hacia la religión católica. Benson, con una visión casi premonitoria, plantea un futuro donde la tecnología y el progreso material no son suficientes para llenar el vacío espiritual de la humanidad. La novela sigue resonando con fuerza, no solo como una obra de ficción impactante, sino como una advertencia que invita al lector a reflexionar sobre el rumbo de nuestra sociedad.
¿Quién fue Robert Hugh Benson, el creativo autor de El amo del mundo? ¿Y por qué hace más de 100 años escribió un libro que tanto desconcierto causó entre los católicos bien pensantes de su tiempo?
Casi ignorado y caído en el olvido en nuestros días, su nombre fue muy familiar a los católicos ingleses en el período comprendido entre las dos guerras. Nacido el 18 de noviembre de 1871, Benson era el menor de tres hijos del arzobispo de Canterbury y primado de la iglesia anglicana, Edward White Benson. El influjo de sus padres y el ambiente romántico en el que creció, estimularon rápidamente en el joven Hugh (como lo llamaban en casa) una viva creatividad, un fuerte temperamento e independencia de carácter. En 1885 va a Eton, donde cursa los estudios de bachillerato. En este período gana el premio literario Hervey con una poesía titulada Fr. Damien.
Abandonando Eton prematuramente, el joven Benson —animado por su espíritu aventurero— planea ingresar al Indian Public Service pero no pasa el examen de admisión, y la familia decide inscribirlo en el Trinity College de Cambridge donde a partir de 1890 comienza a estudiar literatura clásica. En el mismo año se apasiona en la lectura de un libro que cambiará radicalmente su vida: John Inglesant, del novelista Shorthouse. Se trata de una novela basada en la vida de Nicholas Ferrar y en el intento de éste de fundar una comunidad de modernos eremitas. Por primera vez la personalidad de Cristo le atrae existencialmente, provocando en él preguntas como: «¿De qué modo se puede conocer la verdad? ¿Es revelada o no? ¿Si lo es, dónde puede encontrarse, o hay que resignarse al agnosticismo?».
En 1891 Benson abandona los estudios clásicos y comienza los teológicos, con la idea de recibir las órdenes sacerdotales en la iglesia de Inglaterra. Cuatro años después, en 1894, es ordenado diácono y al año siguiente celebra la primera Misa como Sacerdote. Inicialmente está en relación con la Eton College Mission, y desarrolla su apostolado entre los pobres de la periferia oriental de Londres. En 1896 muere de improviso su padre, nombrado arzobispo de Canterbury catorce años antes. Poco tiempo después, Hugh viaja con su madre y hermana por prescripción médica, a Egipto: padece fiebres reumáticas. Durante su permanencia en Medio Oriente se le plantea por primera vez el interrogante de si Roma puede estar en la verdad. Mientras está en Damasco lee en el «Guardián» una noticia que le impresiona: el padre anglicano Basil Maturin, admirado por él como un grande e inteligente predicador, ha sido acogido en la Iglesia Católica. “No es posible describir el horror y el shock que experimenté”, recuerda en sus «Confesiones de un convertido» (1913). Hasta entonces había alimentado un profundo sentimiento anticatólico. En otro tiempo se había divertido en grande recitando una vieja letanía anglicana que dice: «Del Obispo de Roma y de todas sus detestables arbitrariedades, líbranos, Señor». Su conversión a la Iglesia Católica es muy gradual. Sólo en 1903, después de mucha reflexión, oración y discusión decidió presentarse al Prior dominico de Woodchester, en Gloucestershire, para pedir entrar en la Iglesia Católica.
En noviembre del mismo año viaja a Roma, donde permanece un año: es ordenado Sacerdote católico en junio de 1904. Durante su permanencia en la capital de la cristiandad tuvo ocasión de entrevistarse con el Papa Pío X y de asistir a Misa en su capilla privada. No se olvidó jamás de aquella blanca figura, que frecuentemente aparece en sus libros.
De regreso a Inglaterra se estableció en Cambridge, hasta 1908. En estos años escribió mucho: novelas, poesías, escritos espirituales y también una vida de Santo Tomás Becket. Pronto se convirtió en predicador y conferencista muy popular y su fama trascendió más acá del océano; también de los Estados Unidos recibió invitaciones para dar conferencias o escribir artículos en revistas católicas. En 1911 fue nombrado Capellán Pontificio. Moría tres años después, el 19 de octubre de 1914.
Su libro más conocido, The Lord of the World (El amo del mundo), escrito en 1907 y publicado al año siguiente, es una descripción de política-ficción de la venida del Anticristo, papel interpretado en la novela por Julián Felsemburgh, que no tiene ribetes diabólicos, sino que se presenta a los hombres casi como un ángel mensajero de paz que acaba con las guerras y unifica el Oriente con el Occidente desterrando el fanatismo religioso y los partidos políticos. Así, en el mundo, la superstición y el culto a la humanidad ocupan progresivamente el puesto de la fe. «He leído tu libro como una parábola de nuestros días, no como una profecía —escribía en 1908 a Benson el físico Sir Oliver Lodge—; es la encíclica antimodernista más eficaz que se haya escrito, incluyendo la emanada recientemente de Roma». Alusión a la Pascendi de Pío X, publicada en 1907. Pero Benson no recibió sólo alabanzas y elogios.
Fueron muchos los católicos que encontraron la novela excesivamente pesimista y se lamentaron de ello. Se acusó a Benson de profetizar no tanto el fin del mundo cuanto el final de la Iglesia, y de difundir angustia y desesperación entre las almas piadosas. Mucha incomprensión, pues. Pero a cuantos lo criticaban de «sensacionalista» Benson replicó que la suya era, naturalmente, una invención literaria pero que no se le había ocurrido forma mejor de comunicar a la gente lo que él creía. Pensaba de verdad que el adversario histórico del catolicismo sería, en adelante, únicamente el Humanitarismo (en El amo del mundo el protestantismo es un fenómeno en vías de extinción); y temía seriamente que el ideal cristiano pudiese ser destruido desde el interior mismo de la Iglesia.
Con todo, para tranquilizar a los «cristianos optimistas» escribió tres años más tarde (1911) otro libro de política-ficción religiosa, «The dawn of all» (El alba de todas las cosas), en el que prefigura un futuro en el que la Iglesia, después de haber sido reducida a minoría exigua en un «régimen» humanitario, recupera un gran influjo, incluso político, en todo el mundo; y el ideal cristiano es redescubierto «por personas todavía más modernas que los modernistas».
Pero que quede bien claro, añade y precisa el indómito Benson en la introducción al nuevo libro que «no quiero con esto retractar ni una palabra de cuanto escribí en El amo del mundo».
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