Santísima Trinidad, La. Luz, Palabra, Imagen, Tearquía

La Santísima Trinidad es el máximo misterio de nuestra religión, expresa la intimidad misma de la vida divina y es la fuente inagotable de toda vida espiritual y material.

Queremos iniciar nuestra reflexión sobre la Vida de Cristo en el seno de la Santísima Trinidad, donde todo tiene su origen y su fin. Para ello seguiremos a los mejores autores cristianos, a los cuales iremos citando en cada capítulo.

Recuerda el Padre Sáenz en su homilía sobre la Trinidad que, en la fiesta de la Santísima Trinidad, la Iglesia lee las últimas líneas del evangelio de San Mateo, —que contienen la misión que Cristo confió a sus Apóstoles de enseñar a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Dios Trino—, y se dedica a contemplar el misterio insondable de la Santísima Trinidad.

La Trinidad es causa suprema de nuestra redención y fin último de nuestra existencia, inicio y clausura todo el proceso de la historia de la salvación, así como en la liturgia todas las oraciones se cierran con una alabanza trinitaria.

Es un misterio preñado de vida, como que expresa la intimidad misma de Dios, fuente inagotable de vida espiritual. Es, por cierto, el misterio más profundo de Dios que excede de lejos los límites de nuestra razón humana. Pero aun cuando reservemos para la vida futura la gracia de contemplarlo sin velos, intentemos ahora, con la ayuda de Dios, entreabrir un poco su telón.

Dios es tan rico y fecundo que, al conocerse desde toda la eternidad, engendra una Persona, su Imagen plena, el Hijo de Dios. Si el Padre es fuente, el Hijo es río; si el Padre es sol, el Hijo es su resplandor. Y el amor entre el Padre y el Hijo es tan intenso que de él brota otra Persona, el Espíritu Santo. Poco más es lo que nuestra fe nos permitiría agregar acerca de esa inefable vida intratrinitaria.

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